Mi padre es el clásico workaholic; una especie de rain man sin el encanto de Dustin Hoffman.
Usualmente no compra regalos desde que le pedimos con mis hermanos que deje de hacerlo. Tengo un estante lleno de cosas inútiles que me regaló a lo largo de 30 años (entre ellas una campera de mujer con hombreras!!!!)
Llega el almuerzo padre-hijo de cumpleaños (al que llegó una hora y media tarde) y yo con mi mejor cara de poker esperando lo peor.
Terminamos de comer y saca una caja, me dice felíz cimpleaños y se queda duro esperando que la abra. (Usualmente cuando mi padre hace un regalo jamás se abre delante de él, se hace en una zona soundproof para largar la carcajada)
Bueno, tripas corazón, la abro...y era un buen regalo.
Un humidor de cedro para 50 cigarros.
Punto para papá.
miércoles, mayo 05, 2004
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