La única ventaja de haber llegado 3 horas antes al aeropuerto fué que pude elegir mi asiento favorito (pasillo, al lado de la puerta de emergencia). No pude dormir, pero pude estirar las patas.
La despedida fue dura, tanto que hasta se me piantaron unos lagrimones. Pero descubrí que el Alplax es un amigo fiel. Tan fiel, que el avión despegó, voló y aterrizó y yo seguía sin acordarme de mi número de documento.
Cobarde como soy de Madrid a Málaga viajé en tren.
sábado, septiembre 25, 2004
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario