jueves, febrero 17, 2005

ER

El martes inauguramos el servicio andaluz de urgencias. Mi padre a las 3 de la mañana se despierta con una hipoglucemia galopante, suponemos que porque se aplicó mal la insulina a la noche (es diabético solo hace 40 años). Cuando está muy bajo de azúcar es como si estuviera borracho, no reconoce lugares, ni personas, incluso en un momento intentó ahorcar a su mujer (pensamiento que todos los que la conocemos tuvimos alguna vez).
Escupía la coca cola, el azúcar, el agua azucarada; hasta el punto que me llené las pelotas y llame al 061.
4 minutos más tarde (reloj) llegó la ambulancia con un médico y dos enfermeros que le midieron el azúcar (tenía 30 en ese momento, o sea que cuando comenzó el episodio debía estar por los 10 o 12) y le inyectaron glucosa. Veinte minutos después él estaba bárbaro y yo cambiando las sabanas de mi cuarto llenas de coca cola y azúcar.

Los tres vecinos con los que me crucé estos dos últimos días no me contestaron el saludo, no sé si por el escándalo del martes o más propiamente por gritos tipo "Papá, podés tomarte esa coca la puta que te parió"
Debo estar catalogado como el mal hijo que droga a su padre.
Todavía no.

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